El Sátiro del Metro, un calidoscopio de la soledad humana

Anna Zaera 02/03/2009 "El Sátiro del Metro" es un retrato costumbrista de la vida en las grandes metrópolis contado a través de una sucesión de historias independientes escritas con tintes de ciencia ficción. La autora convierte a seres anónimos y con vidas de lo más comunes en personajes fantásticos que esconden entre sus desvaríos el malestar de la soledad o el miedo a ella.

Como si de una arqueóloga se tratara, Nair escarba sobre la piel curtida de los personajes y revela con crudeza las miserias que conviven diariamente con los quehaceres más cotidianos. El tránsito de personas desconocidas en el metro, es el vivo retrato de un paisaje urbano asfixiante y superpoblado donde los individuos se rozan pero no intercambian ni una sola palabra. Estos personajes absortos, protagonistas de las historias de Nair, son seres desesperados que buscan alguien o algo que reinvente su existencia, que la revalorice aunque sea sólo por un instante.

Por eso, las historias que forman este libro son una alegoría a la imaginación. Con la ayuda de la narradora, los personajes fabulan constantemente, sueñan, se disfrazan, se convierten en seres mitológicos o fantasmas que deambulan solos en plena noche. Nair les da una tregua y los dota de un universo imaginario, donde los árboles son confidentes, y los gatos amantes, un obligo un mundo y una polilla una obra de la genética.

En parte, esta fantasía es el regalo que les concede la autora: Les ayuda a que encuentren el objeto de deseo, aquello que parecen buscar desesperadamente para aliviar el vacío. Sin embargo, este proceso se convierte en una macabra ilusión y Nair acaba haciendo explícita la tragedia que esconde cada uno de ellos. Una tragedia que no es otra que la soledad. Una soledad ya adulta que no puede reclamar el abrazo de una madre, ni de la patria que hace años que se perdió. La autora les constata que no tienen otra escapatoria que huir de la vigilia y refugiarse en el sueño.

Por eso los relatos son oníricos, muchas veces incoherentes, estrafalarios. Cuentos de hadas azotados por un hiperrealismo televisivo. Personajes salidos de un cuento gótico pero que encuentran el calor del hogar, mientras cocinan cada noche pollo al curry. La mayoría de los protagonistas encarnan la dureza del choque cultural, ya patente en otras obras de esta joven autora india.

Nair, recupera en este libro su gusto por recrear algunas tradiciones indias que conviven con la vida frenética de los paisajes urbanos occidentales. Son personajes que han perdido sus raíces y soportan el peso de la cultura que les conduce al placer rápido del consumo, el sexo y los espectáculos de masas. La presión por ser fiel a los orígenes pero también el reto de identificarse con el sueño americano. Todo este proceso la autora lo retrata con sorna, como si hubiese entendido que un tema tan serio es necesario abordarlo como si fuera una fábula.

Nair escribe una prosa espesa pero contundente, cercana a la poesía surrealista. Utiliza la metáfora insistentemente en las once historias, hasta tal punto que la novela en conjunto, es un gran ejercicio metafórico, que a veces se convierte en un farragoso peaje hacia la esencia. Un trámite que resultara un poco indigesto para muchos, pero que vale la pena pasar para quedarse con el retrato íntimo de la soledad humana.