Eva Queralt
17/03/2009
Rodeado de misterio como sus obras, el escritor japonés
Haruki Murakami ha visitado Barcelona para conmemorar el 40 aniversario de la editorial
Tusquets y ha adelantado el título de su última novela, “
1Q84”, una especie de homenaje a George Orwell pero mirando hacia el pasado.
Haruki Murakami, un fenómeno de masas que intenta en vano pasar desapercibido, se siente claramente incómodo ante fotógrafos y periodistas. Aun así, atendía amablemente a la prensa en Casa Asia y cedía incluso a anunciar en primicia el título de su última novela, “1Q84”, que definía como su obra “más larga y un poco loca” y a la que ha dedicado dos años intensos.
Recién entregada a su editor japonés, “1Q84” y sus “múltiples historias impredecibles” tardará en llegar a las librerías españolas. Pero antes, en octubre, Tusquets publicará “
De qué hablo cuando hablo de correr”, un ensayo en el que bajo este título provisional Murakami narra su proceso de escritura, según su editora en español, Beatriz de Moura.
Y es que Murakami (1949) corre y mucho, al menos un par de maratones al año, y considera fundamental mantenerse en forma para su oficio: “Hay que estar preparado físicamente para escribir grandes novelas durante dos o tres años”. Su otra gran forma de evasión es la música. Conocido amante de jazz –regentaba un club en Tokio antes de dedicarse a escribir-, afirma que escucha todo tipo de música de calidad, una afición que refleja en su literatura con constantes referencias a canciones que le permiten crear el ambiente buscado para sus personajes. También las utiliza para titular algunas de sus obras, un aspecto que cuida especialmente: “
Norwegian Wood” (en español, “
Tokio Blues”) es una canción de los Beatles y “
After Dark” hace referencia a otra de Curtis Fuller.
La música le ha acompañado desde niño. “Era hijo único y me distraía con mis gatos, mi música y mis libros. Leía novelas muy largas y especialmente me atraía la ciencia ficción y el misterio”, explica. Tras su solitaria niñez, se dio cuenta de la importancia que tenía para él el individuo como tal, una percepción poco común en Japón. “Cuando vivo fuera de mi país es más fácil ser un individuo, pero en Japón si no formas parte de un grupo o empresa eres un descastado, la sociedad no te permite ser un individuo independiente”.
En revancha, intenta aportar su grano de arena: “No soy nacionalista, pero sí que me gustaría hacer algo por mi país, para que se reconociera más al individuo”, y lo ilustra con una imagen: “El sistema es un muro contra el que se estrellan los huevos, que son los individuos. Entre un muro y un huevo, siempre estaré del lado del huevo”. Por ello los personajes de sus obras son tratados desde un punto de vista personalizado, algo que “puede ser que atraiga a los lectores jóvenes, que se sienten identificados en esta búsqueda de la independencia personal”.
Gran éxito internacional
El autor de “Tokio Blues. Norwegian Wood” y “
Kafka en la orilla”, consigue algo nada fácil: convencer a la vez a la crítica y a los lectores, que devoran sus libros con adicción en todo el mundo. Él declara no saber el porqué de su éxito, pero aun así tiene una teoría: “las buenas historias pueden encontrar lectores en cualquier país y en cualquier idioma. Cuando escribo no sé cómo evolucionará la historia ni qué escribiré después, así que sigo escribiendo para averiguarlo y espero transmitir esta inquietud a mis lectores”.
Para Murakami, escribir es una aportación al mundo pero también una satisfacción personal: “Escribo sobre las cosas que me gustan y por eso creo una empatía con el lector”. Lo mismo parece ocurrirle con sus personajes, algunos de los cuales tienen características tomadas de gente conocida mientras otros, según aclara, no sabe porqué se le aparecen. En cualquier caso, reconoce que “uno conoce a gente muy interesante de forma espontánea mientras escribe”.
Y es que cuando trabaja su inmersión es total y se olvida “del mundo real” para viajar entre sueños. Fan de David Lynch y de Manuel Puig, afirma que cuando escribe viaja “a un submundo oscuro en el que ocurren cosas porque sí, como que lluevan peces”. Él, como “profesional”, tiene la suerte de volver a salir cada día de estas profundidades oscuras, pero ser escritor le permite soñar de día y eso le encanta: “Es mucho mejor que de noche, porque puedes soñar 4 o 5 horas al día y retomarlo al día siguiente”.
En su última novela publicada en español, “After Dark”, reincide en su prosa hipnótica, en sus personajes solitarios y en un ambiente de intriga permanente, pero explica que ha sido una obra “experimental, escrita como un guión cinematográfico a partir de una base que era como un diario personal”. La historia transcurre durante las horas más negras de la noche de Tokio, cuando se confunden sueño y realidad, en una atmósfera que Murakami reconoce que recuerda al David Lynch de “Twin Peaks”, como también ocurría en su anterior novela “
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”.
El norteamericano Scott Fitzgerald también se encuentra entre su lista de autores preferidos e incluso le ha traducido al japonés. Admirador de su “estilo narrativo y su mundo onírico”, Murakami admite que comparten dos temas esenciales en sus literaturas, “las expectativas y el desencanto”. En cambio no tiene reparos en afirmar que no le atraen las obras de otros reconocidos escritores japoneses del siglo XX como son Kenzaburo Oé y Yukio Mishima.
Considerado uno de los más grandes novelistas contemporáneos e icono de la literatura posmoderna nos preguntamos si sólo le queda esperar el Nobel de Literatura. “¡El Nobel es para viejos, me estáis insultando!”, responde con una tímida y discreta sonrisa en los labios, mientras asegura que no le interesan los premios sino los lectores, que “están vivos y compran libros”.