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Miércoles, 24 de abril de 2024
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Bhopal, 25 años esperando justicia
Los aniversarios se suceden, pero la justicia sigue sin llegar para los supervivientes de la calificada como mayor catástrofe industrial del siglo XX. En la madrugada del 3 de diciembre de 1984 un escape tóxico en la planta química de la empresa Union Carbide en la ciudad india de Bhopal provocó al menos 20.000 muertos y más de 100.000 afectados.
Bhopal D.R. 02/12/2009 Veinticinco años después la mayoría de los damnificados todavía esperan justicia. La contaminación persiste, los que consiguieron sobrevivir padecen graves secuelas y siguen naciendo niños con malformaciones provocadas por la contaminación.

La empresa, de propiedad norteamericana, y sus responsables directos han eludido la responsabilidad civil.

En la madrugada entre el 2 y el 3 de octubre de 1984 la vida se paró en Bhopal, una ciudad del centro de la india que hoy tiene cerca de dos millones de habitantes.

Un error, achacable a problemas de mantenimiento, provocó que el agua entrara accidentalmente en un depósito de Isocianato de Metilo (MIC), una sustancia química utilizada por la Union Carbide para fabricar un plaguicida. El accidente provocó un escape tóxico en forma de nube de gas que e extendió por la ciudad. Un gas, según los testimonios, que quemaba como el fuego los ojos y los pulmones y no dejaba respirar.

Los cálculos más conservadores estiman que entre 7.000 y 10.000 personas murieron de forma directa en las primeras 75 horas y cerca de 15.000 en los primeros veinte años, más de cien mil personas han padecido enfermedades crónicas por estar en contacto con la contaminación. Algunas ONG elevan el número de afectados a 600.000.

La planta, propiedad norteamericana, fue abandonada después del accidente y nadie se hizo cargo de su limpieza. Los residuos tóxicos almacenados han continuado contaminando el aire y el subsuelo de la zona. El director de la fábrica y su equipo abandonaron el país inmediatamente.

Ahora el gobierno indio asegura que la planta ya no es un peligro y que el agua no está contaminada ya que se ha creado un sistema de tuberías para llevar agua potable a la zona y evitar utilizar el acuífero contaminado por los residuos tóxicos filtrados al subsuelo.

Incluso, para conmemorar el 25 aniversario, ha organizado visitas a la planta para convencer a la población que no existe peligro. Las asociaciones de víctimas han protestado.

Ellas y numerosas ONGs siguen denunciando la alta presencia de productos químicos en el agua y en la tierra que pasan a la cadena alimenticia.

Union Carbide, desde 2001 diluida como filial dentro del gigante químico Dow Chemical, nunca quiso hacerse responsable del accidente ni pagar indemnizaciones.

En 1989 el gobierno indio llegó a un acuerdo extrajudicial con la empresa. Se acordó una compensación de 470 millones de dólares, muy lejos de los 3.000 millones reclamados por los afectados y sólo se reconoció oficialmente a 3.000 víctimas.

La burocracia india y la corrupción administrativa todavía han hecho más complicada la distribución del dinero. En 2004, 15 años después del acuerdo, el Tribunal Supremo ordenó que se distribuyeran el total de las indemnizaciones. Muchos de los afectados aseguran no haber cobrado nada.

El gobierno instó un proceso penal y condenó al director general de Union Carbide, Warren Anderson, sin conseguir su extradición. En Nueva York sigue abierta una causa para conseguir que la actual empresa, Dow Chemical, se responsabilice del desmantelamiento y limpieza de las instalaciones.

La realidad es que a pesar de los 25 años transcurridos no se ha investigado a fondo la tragedia. La empresa no ha explicado su negligencia, no ha rendido cuentas por almacenar grandes cantidades de sustancias peligrosas sin medidas de seguridad y no ha respondido por no tener planes de emergencia para casos de accidente. Union Carbide ni siquiera ha revelado el nombre de los productos que se filtraron a la átmosfera junto con el letal MIC. Un comportamiento que no se hubiera permitido si el accidente hubiera ocurrido en algún país occidental.

La información regresa de forma redundante aniversario tras aniversario. Quedan en la memoria las estremecedoras imágenes del desastre captadas por el gran fotógrafo Raghu Rai o la vibrante escritura de Dominique Lapierre describiendo el accidente en su libro “Era medianoche en Bhopal” en colaboración con Javier Moro.

Pero por encima de todo quedan las víctimas, los que consiguieron sobrevivir y los hijos del desastre que hoy todavía nacen con importantes secuelas y todos ellos siguen pidiendo justicia.

Veinticinco años después de la tragedia, la realidad demuestra que a pesar de la emergencia de Asia y del espectacular crecimiento indio, todavía se permite que existan víctimas de segunda para las multinacionales.
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