Eva Queralt
10/03/2010
El gobierno tibetano en el exilio centra sus esfuerzos en conseguir el apoyo de la comunidad internacional tras el fracaso de la última ronda de negociaciones con Pekín y recuerda en el 51 aniversario del levantamiento frustrado contra China que la represión en Tíbet va en aumento.
El marzo es un mes sensible en la historia reciente de Tíbet. Se cumplen 51 años del alzamiento frustrado de 1959, y dos años de la última revuelta, que provocó la muerte de ochenta tibetanos, según el gobierno en el exilio. Tras estos enfrentamientos ocurridos en 2008, el año en que China se exponía ante el mundo para celebrar los Juegos Olímpicos, la situación de los tibetanos se ha vuelto todavía más difícil.
Kalsang Gyaltsen, enviado del Dalai Lama, considera que la gran presión ejercida por el ejército chino, incluso en los lugares más remotos de Tíbet, provoca en los tibetanos el sentimiento de que “los días de la Revolución Cultural han vuelto”.
Gyaltsen, de visita en Barcelona, ha explicado cómo Pekín ha limitado la libertad de movimiento de la población tibetana para evitar el paso de la frontera hacia el exilio en India. “Tras las protestas de 2008, los exiliados que llegan a India se han reducido a la mitad”, declara, y añade que se ponen trabas a la comunicación, sea requisando móviles –muy útiles para difundir las protestas dos años atrás- o interceptando las conversaciones.
Entre la acciones impulsadas por Pekín para debilitar la cultura tibetana, el enviado del Dalai Lama ha criticado las campañas de “reeducación patriótica” impuestas por China, que obligan a los monjes a asistir a clases donde se difunde el ideario del Partido Comunista Chino y se demoniza al Dalai Lama.
También la lengua tibetana está en peligro, según Gyaltsen, dado que su presencia en la educación primaria es cada vez menor y en la superior es inexistente. A la vez, pierde uso social en un territorio donde los tibetanos ya son minoría frente a lo chinos de etnia han que se han trasladado a Tíbet aprovechando los incentivos que proporciona Pekín para tal fin.
Con todo, Gyaltsen reconoce también la modernización que ha vivido Tíbet en las últimas décadas y, siguiendo la línea del Dalai Lama, defiende un acuerdo con Pekín que reconoce la soberanía china sobre el territorio y sus leyes. “La constitución china reconoce los derechos humanos, el problema es que no se aplica”, explica. Sin embargo, China se siente demasiado fuerte como para ceder lo más mínimo y mantiene que el líder religioso es un peligroso activista.
En este contexto no hay lugar para celebraciones, pero si para recordar el simbolismo del mes de marzo y en concreto del día 10. Por ello el Dalai Lama ha difundido una declaración en la que rinde homenaje a las personas que han sacrificado sus vidas por la causa tibetana y reitera su propuesta de negociación con Pekín conocida como “la vía intermedia”. Además de pedir paciencia a los tibetanos a la espera de que haya cambios en China, también se solidariza con el pueblo uigur y con los propios chinos reprimidos por defender la libertad.
Negociaciones fallidas
La posición del Dalai Lama y del gobierno tibetano en el exilio ha sido trasladada a Pekín en varias rondas de negociaciones, todas ellas sin lograr avances hacia una posición común. La novena y última, celebrada en enero de este año, tampoco obtuvo resultados, pero Gyaltsen, que formó parte de estas negociaciones, considera que fueron muy importantes.
“En los últimos dos encuentros hemos entregado un memorando y un nota donde dejamos claro cuál es nuestra posición y donde se señala que aceptamos las leyes chinas, pero Pekín ha rechazado ambos documentos repitiendo que queremos la independencia”. Ante esto, explica Gyaltsen, han visto claro que la posición china es inamovible y han optado por apelar a la comunidad internacional para que muestre ante Pekín el apoyo a las tesis pacifistas del Dalai Lama.
Para esta estrategia ha sido importante el recibimiento del líder religioso en la Casa Blanca, a pesar de la fuerte presión ejercida por Pekín para evitarlo. Gyaltsen destaca que el presidente Barack Obama recibió al Dalai Lama no sólo como líder religioso sino como portavoz de los derechos humanos.
El futuro de la cultura tibetana está lleno de interrogantes, pero los tibetanos miran con optimismo el interés creciente que sus tradiciones despiertan entre la sociedad china. En cuanto a la representación tibetana en el exilio, 2011 será también un año importante, con elecciones para escoger parlamento y primer ministro, unos comicios que quieren reiterar el carácter democrático de estas instituciones frente a las acusaciones chinas sobre el antiguo sistema social tibetano de base feudal.
Pero la principal incógnita es qué pasará cuando muera el Dalai Lama. Actualmente hay dos Panchen Lama, uno escogido por los tibetanos que desde entonces se encuentra en paradero desconocido y otro designado por China. Los tibetanos reiteran que su Panchen Lama se encuentra preso en China desde hace 13 años, pero desde Pekín se difunde que vive tranquilamente en Tíbet y que no reconoce la autoridad del Dalai Lama.
Ante esta situación, el Dalai Lama se ha planteado la posibilidad de buscar a su sucesor en vida, algo inaudito en la tradición budista, pero en todo caso parece inevitable que habrá dos Dalai Lama en el futuro. Gyaltsen se muestra convencido de que los tibetanos no aceptarán ni reconocerán a un Dalai Lama escogido desde Pekín, pero si se produce finalmente esta división forzosamente se abrirá una nueva etapa en la historia del budismo tibetano.