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Viernes, 10 de mayo de 2024
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Fukushima: ¿El principio del cambio?
Terremoto, tsunami, accidente nuclear…la sociedad japonesa se ha visto sacudida por la peor catástrofe desde el final de la II Guerra Mundial y que puede ser el detonante final para exigir cambios y despertar del letargo en que parecía vivir.
Central Fukushima D.R. 19/04/2011 Japón lleva décadas sumida en una prolongada, pero confortablemente llevadera, crisis económica con una clase política parapetada en la burocracia y en generosa connivencia con una corrupción creada para perpetuarse en el poder.

Sin embargo, el tsunami puede ser el último detonante de una sociedad que parece que se preparaba para los cambios.

En 2009 el Partido Democrático de Japón (PDJ) gana las elecciones y sustituye al hegemónico Partido Democrático Liberal, que había gobernado prácticamente ininterrumpidamente desde el final de la II Guerra Mundial. Sin embargo el histórico cambio político decepciona.

El PDJ reproduce una política económica muy parecida a su rival y sobre todo reproduce los vicios. Se suceden los escándalos de corrupción, las dimisiones y las luchas intestinas. La inestabilidad se perpetúa, Japón ha tenido cinco primeros ministros en los últimos seis años.

El papel de locomotora económica ha quedado atrás. Japón ya ni siquiera es la segunda economía mundial. La advenediza China la ha superado y otros colegas asiáticos, como la India, parecen muy dispuestos a seguir el paso como motor no sólo de la economía regional, sino de la mundial.

El mundo está cambiando, la tan alabada tecnología nipona tiene competencia. China compra marcas como Volvo o invierte más en I+ D y en la India se registran más patentes que en Japón.

Socialmente se producen cambios; los japoneses han descubierto el despido, el empleo de por vida ha pasado a la historia, la población envejece y los esfuerzos para incentivar la natalidad no tienen éxito.

Puede que cerca de 30.000 muertos, y la constatación una vez más que los políticos no son capaces de dar la talla sirva de catalizador del descontento que esta vez sí provoque cambios.

Respuestas conocidas para una situación desconocida

Ante el gran desastre del terremoto y tsunami del 11 de marzo, en Japón se activaron los mecanismos de costumbre.

La población respondió con el estoicismo y el orden en el que está educada. Se aplicaron los protocolos habituales en caso de terremotos que los japoneses ensayan desde la guardería. El gobierno, por su parte, adoptó las medidas habituales; activó los servicios de alarma pertinentes, se iniciaron las operaciones de rescate y de búsqueda de desaparecidos, el accidente nuclear obligó a evacuaciones, que se realizaron ordenadamente y se organizaron refugios provisionales para atender a la población.

El Banco de Japón se apresuró en los primeros momentos a inyectar yenes suficientes para sostener el sistema financiero. Ante la alarma por la contaminación del agua de Tokio, se repartió agua embotellada.

Se ha prometido compensaciones económicas, que ya tienen cifras y fechas provisionales, y se ha recurrido a la tradicional petición de sacrificio a la sociedad para superar todos juntos la crisis, pero parece que el problema en esta ocasión necesita una salida diferente a la tradicional asepsia de buscar soluciones cuando llegan los problemas.

Puede que la sociedad japonesa necesita que por fin, sus dirigentes dejen de ser en el mejor de los casos correctos burócratas y pasen a ejercer el liderazgo, es decir, que tengan ideas, soluciones y sepan buscar nuevos horizontes.

Se calcula que el tsunami ha provocado unas 30.000 víctimas entre desaparecidos y muertos. Es la principal catástrofe en términos de vidas humanas que ha sufrido Japón desde la II Guerra Mundial.

Aunque en Occidente se siguiera de forma casi histérica la última hora del accidente y alarma nuclear, la realidad en Japón son las víctimas de este tsunami, al menos una generación entera ha desaparecido en la costa noreste de Japón bajo la ola que se llevó escuelas, hospitales, casas… La urgencia es la necesidad de reconstrucción y de dar soluciones a los más de 150.000 desplazados, cerca de cien mil siguen viviendo en centros de acogida habilitados de forma provisional.

El problema es que no parece que en esta ocasión las habituales soluciones, o el automático mecanismo de buscar una solución cuanto tienes enfrente el problema funcionen.

La acumulación de problemas y tragedias puede impulsar cambios en la tradicional sociedad japonesa que empieza a preguntarse por qué sus dirigentes no son capaces precisamente de eso, de dirigir… de prever los problemas, de adelantarse a ellos, de buscar soluciones audaces, de valorar los riesgos y crear nuevas oportunidades.

Incluso la contenida y controlada prensa nipona se ha hecho eco de la desconfianza y críticas a los políticos y responsables de la central. Mientras que las redes sociales han sido los medios alternativos para poner en contacto a las personas y seguir con más detalle la información sobre la alerta nuclear.

La eficiente y tecnológica sociedad japonesa descubre la chapuza

El accidente ha dejado en evidencia que la eficiente y tecnificada sociedad nipona tiene grietas. La realidad ha demostrado que ni el emplazamiento de la central era el adecuado, ni los controles de seguridad los necesarios. Parece que el lobby nuclear había conseguido con excesiva facilidad que la normativa aprobada se aplicarra de forma muy laxa.

La sociedad nipona ha podido comprobar que una tupida red de intereses, económicos y políticos, ha permitido que una catástrofe natural se convierta en una pesadilla que podía haberse evitado. Sin ir más lejos, el ex presidente de la poderosa Agencia Nacional de Energía acababa de fichar en enero por Tepco, la empresa operadora de la central de Fukushima.

La actuación de Tepco, ha sido duramente criticada por todos, incluso por el gobierno. La respuesta ha sido lenta, la valoración del accidente excesivamente optimista en los primeros momentos y se han adoptado muchas decisiones erróneas, como tardar un día en empezar a intentar enfriar los reactores inyectando agua de mar.

La prensa nipona ha acusado a Tepco de estar más preocupada en salvar la central que en evitar la radiación. Hasta hace unos pocos días, su presidente sólo reconocía la necesidad de cerrar dos reactores, pero intentaba indultar a los otros cuatro a pesar que el gobierno ya había apuntado a que Fukushima debía ser clausurada.

El futuro de Tepco, que controla el 40% de la producción energética de Japón, está en el aire. Las acciones han caído y se ha sugerido que debe pasar a ser controlada por el estado.

Los políticos tampoco parece que hayan dado la talla a ojos de la opinión pública. Las críticas contra el primer ministro Naoto Kan, que sólo lleva 20 meses en el poder, han arreciado.

Las encuestas publicadas en varios medios de comunicación muestran que cerca del 70% de la población suspende el trabajo realizado por el ejecutivo de Kan para hacer frente a la tragedia.

En las elecciones locales celebradas a un mes de la tragedia el partido de Naoto Kan, el PDJ, ha sufrido un serio revés electoral.

La oposición del Partido Democrático Liberal, que tras el terremoto prestó su apoyo al gobierno para superar un momento de crisis, ya se ha apresurado a pedir la dimisión de Kan y la convocatoria de elecciones generales para intentar volver al gobierno.

Un tsunami antinuclear

El accidente de Fukushima también ha sido un tsunami para la industria nuclear. Aunque en un primer momento se ha intentado minimizar los riesgos, la realidad se ha impuesto un mes después de la tragedia.

Japón ha tardado treinta días en equiparar Fukushima con Chernóbil y aumentar la gravedad del accidente de categoría cinco a siete, la máxima.

La emisión de radiación y los daños para la salud de la población no son comparables entre los dos accidentes. Se asegura que la emisión de radiación en Japón representa sólo un 10% de lo que se emitió en Ucrania y de momento no ha muerto nadie. En Chernóbil la misma noche del accidente murieron dos personas y más de una treintena en los tres meses siguientes. Pero podemos estar ante un Chernóbil a cámara lenta, que vaya liberando contaminación radiactiva durante meses.

Cuatro de los seis reactores siguen sin estar estabilizados y liberando material radiactivo. Los responsables de la central ya hablan de que se tardará unos tres meses en conseguir estabilizar la refrigeración de los reactores y al menos nueve meses en desmantelar la planta y cerrarla de forma segura.

Pero teniendo en cuenta el poco fiable comportamiento de Tepco, con continuos cambios de estrategia, falseando datos y cometiendo graves errores, la realidad es que ante esta nueva hoja de ruta sólo cabe preguntarse finalmente cuanto -en tiempo, dinero y seguridad- costará dar por clausurada Fukushima.

Los efectos en la industria nuclear internacional sin duda se dejarán notar a largo plazo. De momento, en Europa ya se ha dejado de hablar de prolongar la vida de las centrales nucleares y se han establecido exámenes de fiabilidad a las plantas nucleares. En algunos países como Alemania ya han paralizado los reactores más antiguos y la comunidad internacional habla de establecer un nuevo protocolo de seguridad internacional.

Está por ver si en los países emergentes como China, que en un primer momento dijo que revisarían sus planes de apertura de nucleares para luego dar machar atrás, se pueden permitir rechazar esta fuente de energía para mantener el crecimiento.

Recuperación costosa

Las promesas de una reconstrucción modélica a semejanza de la experimentada en el terremoto de Kobe de 1985 cuestan de creer cuando se desconoce el alcance que tendrá a lo largo del tiempo la exposición a la contaminación.

En Kobe murieron 6.000 personas a causa de un terremoto especialmente virulento y la reconstrucción de la ciudad se ha puesto como ejemplo a seguir de lo que es capaz de hacer la sociedad nipona frente a la adversidad. En este caso no sólo hay que reconstruir edificios e infraestructuras. El medioambiente, que también incluye la recuperación de las zonas de pesca y la agricultura, se desconoce como ni cuando se recuperará.

En la actualidad hay muchas posibilidades de que los 30 kilómetros alrededor de Fukushima se conviertan en realidad en una tierra de nadie, vacía por el riesgo de contaminación.

Japón, que ha reconocido que el desastre, no duda sin embargo que puede hacer frente a la reconstrucción. Tanto el Banco de Japón, como el gobierno u organismos multilaterales como el FMI pronostican que después del bache del segundo trimestre provocado por los daños del tsunami, un tercio de la generación de energía se ha parado, la recuperación llegará en el segundo semestre.

Tokio confía que, como en otras ocasiones, las necesidades que surgen de la reconstrucción sirvan de incentivo y tiren del crecimiento económico.

Los sectores más afectados son el de la automoción y la electrónica de consumo. Los fabricantes de coches calculan que hasta el mes de julio no podrán recuperar la totalidad de la producción en sus fábricas. Algunas marcas como Toyota ya han anunciado cierres programados en algunas plantas europeas para paliar la falta de componentes provenientes de Japón.

La pesca, una industria muy importante en el archipiélago, se va a ver directamente afectada por los riesgos de contaminación. Medio centenar de países han restringido las importaciones de productos alimentarios japoneses.

Pero a pesar de los buenos augurios macroeconómicos, también hay posturas más críticas que se preguntan si el tsunami barrerá la incipiente recuperación de la economía y se caerá en una larga recesión. Japón vive en las últimas décadas una permanente lucha para salir de la deflación, controlar el déficit fiscal y superar las sucesivas crisis externas que lastran su economía. De momento la confianza del consumidor ha caído y se ha paralizado el consumo interno.

Perder la cara ante los vecinos


Las apresuradas soluciones también han provocado la alarma entre los vecinos asiáticos.
Aunque desde el ejecutivo nipón se ha asegurado que el vertido al mar de agua con bajos niveles de radiación no representa peligro para la salud y sobre todo no conculca las leyes internacionales.

Los vecinos asiáticos, que acumulan una larga y dolorosa historia de agravios por parte del imperialismo nipón, no las tienen todas consigo y por ejemplo China se ha apresurado a mostrar su rechazo y a exigir transparencia informativa a Japón. Pekín ha pedio que se facilite más información y más rápidamente.

La mayoría de países asiáticos se han apresurado a limitar la importación de productos alimentarios nipones y a aumentar los controles de inspección en las cargas provenientes del archipiélago.

Japón, que en el último año ha perdido el puesto de segunda economía mundial a favor de China que junto a la India lideran la emergencia de Asia, en estos momentos ve como es cuestionado en lo que siempre ha considerado sus puntos fuertes: la tecnología, organización y fiabilidad técnica.

En un mes ha pasado de ser un ejemplo a seguir para la modernización del continente a una amenaza ecológica a la que además ha respondido de forma lenta, torpe y con falta de transparencia.
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