Redacción
08/06/2011
Esta es la principal conclusión del informe que el gabinete del primer ministro, Naoto Kan, presenta a la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), la agencia de Naciones Unidas que vela por la seguridad de la industria nuclear.
El gobierno nipón también reconoce que, además de la combinación de fatalidades, en el caso del accidente de Fukushima también pudieron concurrir déficits de supervisión.
Han tenido que pasar casi tres meses desde el 11 de marzo, día del terremoto y el devastador tsunami, para que el gabinete de Naoto Kan asumiera que los protocolos antisísmicos vigentes en Japón, los más seguros del Planeta, habían quedado superados por las características de la catástrofe.
A la vista de la grave situación generado por las fugas radiactivas en Fukushima, Tokio ha decidido en las últimas semanas el cierre de una central nuclear expuesta, por su cercanía del mar y sus medidas de seguridad consideradas ahora insuficientes, a un accidente similar.
El documento presentado a la OIEA explicita el reconocimiento por parte del gobierno de Tokio de la necesidad de revisar los protocolos que han imperado en el archipiélago desde que en 1973 la energía nuclear pasó a ser una prioridad estratégica nacional en Japón debido a la hasta entonces fuerte dependencia del petróleo.
Como medida para asegurarse una mejor supervisión, el gobierno japonés ha decidido desvincular el regulador del sector nuclear del ministerio de Industria, dado que este departamento también es el que promueve la energía atómica.
Sin independencia del organismo regulador puede darse una mayor complicidad con los déficits de seguridad.
El informe elaborado para la OIEA reconoce que los datos sobre radiación correspondientes a los primeros días no eran exactos, puesto que los niveles reales fueron claramente más elevados.
Asimismo, se admite que tres de los reactores entraron en fase de fusión antes de lo reconocido
por las autoridades como consecuencia de la inutilización de los sistemas de refrigeración por el impacto de la ola gigante.
Tres meses después de la tragedia, la central sigue propagando radiactividad.
Unas 80.000 personas han tenido que ser evacuadas de un radio de 20 kilómetros alrededor de Fukushima. De 20 a 30 kilómetros de la central, las evacuaciones son voluntarias, pero en función de la evolución de la radiación, las autoridades no descartan nuevos traslados forzosos de la población.