Redacción
03/06/2010
Si las grandes empresas de economía productiva de todo el mundo desarrollado se han ido instalando en las dos últimas décadas en China y, en particular, en el Sur, es porque, además de unos bajos costes de mano de obra, la conflictividad laboral era escasa o nula.
En los últimos días y semanas, este idílico panorama en las gigantescas plantas de producción de la provincia de Guangdong, vecina de Hong Kong, se ha visto salpicado por distintos incidentes que han puesto de relieve las necesidades de la nueva sociedad china.
La noticia de sucesivos suicidios de trabajadores de Foxconn, la empresa china que fabrica componentes electrónicos para las principales marcas mundiales, coincidía en las páginas de los medios de información económicos con el inicio de una huelga en las plantas de la japonesa Honda.
Las denuncias de explotación laboral en los países en vías de desarrollo asiáticos habían quedado algo olvidadas en los últimos años por el esfuerzo de las multinacionales de desvincularse de prácticas abusivas.
En la problemática actual, afloran, lisa y llanamente, demandas propias ya de países desarrollados.
Así cabe interpretar los suicidios en Foxconn, consecuencia, según todos los indicios, de la fuerte presión a la que son sometidos los trabajadores en una empresa de propiedad taiwanesa que tiene encargos tan delicados como el iphone de Apple u otros dispositivos de primeras marcas como Dell o HP.
Después de que el director de la empresa madre se desplazara a Shenzhen para pedir disculpas en persona por las prácticas equivocadas que hayan empujado a los trabajadores a quitarse la vida, el propio Steve Jobbs, dueño de Apple, ha defendido que en Foxconn no se explota a los trabajadores y que su empresa trabaja con su socio taiwanés para resolver la situación.
Con el objetivo de frenar la agitación laboral, los propietarios de Foxconn han ofrecido un aumento del 33% y los de Honda del 24%.
De esta forma, el sueldo mensual de un empleado de Foxconn, hasta ahora de 900 renminbis –132 dólares--, pasa a ser de 1.200 renminbis, el equivalente a 176 dólares,
Aunque mejoradas, son cantidades que permiten una vida sencilla en una economía dominada por una creciente inflación en los alimentos, la energía y la vivienda.
No es sólo dinero
Pero tanto el caso de Foxconn como el de Honda demuestran que no es solamente dinero lo que reclaman los trabajadores de la fábrica global.
Los suicidios no pueden ser debidos a una mera problemática salarial; están en función de frustraciones profesionales en un clima de presión. Países más que desarrollados, como Francia, han vivido recientemente este problema.
A pesar del acuerdo para el incremento de salarios del 24% en Honda, algunos reductos de trabajadores del fabricante japonés han mantenido su intención de continuar con las movilizaciones laborales.
De hecho, se enfrentan a los delegados de la Federación China de Sindicatos, el órgano que oficialmente vela por los intereses de los trabajadores. Este sindicato vertical es visto por los trabajadores como un cómplice de la dirección de la empresa, en realidad un representante de los intereses del estado chino en las multinacionales extranjeras instaladas en la República Popular.
Los irreductibles exigen poder elegir a sus representantes sindicales libremente, extremo que el gobierno comunista chino no se plantea, puesto que por tradición ideológica y necesidad de control político y social asume como propia la defensa de los derechos de los trabajadores.
Desde su base en
Hong Kong, Han Dongfang, que durante la revuelta de Tiananmen intentó fundar un sindicato independiente, ha recomendado moderación a los operarios de Honda ante lo que considera un riesgo evidente de que la policía china acabe interviniendo en el conflicto laboral para restaurar la normalidad de la producción.