Redacción
23/08/2010
Las elecciones celebradas el sábado han dado la razón a los sondeos previos. A falta de los resultados definitivos laboristas y conservadores se encuentran en un
empate técnico, sin conseguir ninguno de los dos partidos la cifra de 76 escaños necesaria para gobernar.
Las dos formaciones se han lanzado a la caza de los apoyos de los independientes y de los verdes para conseguir formar un gobierno de coalición o asegurarse poder gobernar en minoría con ayudas puntuales
El resultado de los comicios representa un serio varapalo para la primera ministra Julia Gillard, que sustituyó el pasado junio al primer ministro y miembro de su partido Kevin Rudd. La operación política de Gillard de forzar la dimisión de Rudd, ante la caída de popularidad, para inmediatamente convocar elecciones con el objetivo de aprovechar la imagen de cambio y así consolidar un segundo mandato laborista ha resultado un fracaso
El electorado laborista ha castigado las formas en que se forzó la renuncia de Rudd y los cambios de programa político, especialmente los relacionados con la lucha contra el cambio climático y las subidas de impuestos.
Aunque los resultados definitivos no se sabrán hasta dentro de unos días, cuando se finalice el escrutinio completo y se contabilicen todos los votos por correo, parece claro que ni los laboristas ni los conservadores obtendrán la mayoría suficiente. El resultado provisional otorga 73 escaños a los laboristas, 72 a los conservadores y 4 a otras formaciones.
El escaño del partido de los verdes y los tres escaños que parecen haber obtenido los independientes son claves para gobernar.
Gillard ha intentado tranquilizar a los mercados financieros y ha anunciado la continuidad del gobierno hasta conocer los resultados definitivos y su disposición a negociar un acuerdo para formar un gobierno estable.
Por su parte el líder y candidato de la coalición conservadora, Tony Abbott, ha declarado que los resultados demuestran una clara pérdida de la mayoría de los laboristas y que por tanto carecen de legitimidad para gobernar.
Aunque la economía australiana está capeando con relativa facilidad la crisis económica, todo parece indicar que la política entra en un periodo de inestabilidad donde la negociación será necesaria y no habrá un gobierno fuerte capaz de imponer una línea política definida.