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Sábado, 27 de abril de 2024
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Hu Jintao cierra su mandato con una llamada a la lucha contra la corrupción
En su calidad de secretario general, el presidente chino, Hu Jintao, ha abierto el XVIII Congreso del Partido Comunista con un llamamiento a luchar firmemente contra la corrupción, puesto que, de no tener éxito, esta lacra de la China emergente –sostiene Hu-- amenaza la existencia del partido y del Estado.
Redacción 08/11/2012 Ante más de 2.000 delegados, Hu Jintao ha leído el informe de gestión, el último tras diez años de liderazgo en un partido que, pese haber conseguido situar a China como segunda economía del mundo, continúa anclado en sus liturgias de organización propias del maoísmo.

El dinero del éxito económico chino ha contaminado las estructuras del Partido y del Estado, al extremo que empieza a ser difícil de contener la irritación de la población ante los abusos de las autoridades.

Por ello Hu Jintao advierte en su informe de manera clara que si no se ataja el problema de raíz, el partido y el estado chino pueden hundirse.

El Congreso ha estado precedido por el caso Bo Xilai, uno de los líderes emergentes destinado a formar parte del Comité Permanente del Politburó, el órgano que rige la política china. Haber encubierto el asesinato por su mujer de un hombre de negocios británico en un caso a medio camino del culebrón y la película de espías, le ha dejado fuera.

Ha sido expulsado y las autoridades han iniciado una investigación sobre su implicación en el caso. Si parecía destinado a tener un papel en la dirección china, hoy es el símbolo de todos los males.

No hay gran novedad en las palabras de Hu sobre la corrupción, más allá del hecho que las pronuncia en un Congreso clave que debe aprobar el relevo, el suyo y el del primer ministro Wen Jiabao, al frente de los designios de China.

El balance de la administración Hu-Wen difícilmente puede ser más brillante en el apartado económico, puesto que en los últimos diez años China ha alcanzado el segundo puesto mundial en términos de PIB y el primero como potencia exportadora.

Sin embargo, esta consolidación económica no ha sido aprovechada para acometer reformas en el terreno político que legitimen el poder de sus dirigentes sobre una base más participativa.

El propio primer ministro Wen ha hablado de democratización, aunque las iniciativas en este sentido han quedado en tímidos experimentos a nivel local sin mayor proyección.

Es más, la dirección comunista ha levantado una nueva muralla, esta vez cibernética, que protege sus mentiras –véase principalmente la corrupción, las violaciones de los derechos humanos, el Tibet…— de las verdades de una opinión pública, que las comparte a través de las redes sociales.

El XVIII Congreso del Partido Comunista, que está previsto que finalice el miércoles 14 de noviembre, es el del relevo generacional. Hu Jintao deja el puesto a Xi Jinping, su actual número dos.

La sucesión en la dirección del partido serán replicados en marzo en el pleno anual de la Asamblea Nacional Popular, el parlamento chino, que elegirá a Xi Jinping presidente de China y a Li Keqiang, primer ministro.

El primero es un “príncipe”, es decir, pertenece a la élite del Partido y representa a la facción más tecnócrata. Li Keqiang forma parte de la otra gran facción, la más política y sensible a las demandas populares.

La próxima administración Xi-Li es un nuevo equilibrio de fuerzas entre las dos grandes tendencias políticas del Partido Comunista chino, y una nueva plasmación de las direcciones colegiadas que desde la era Deng gobiernan China.

Su principal reto es acometer una segunda gran transformación de China, es decir, progresivamente dejar atrás el modelo fuertemente dependiente

La clase media emergente nacida del éxito económico de las dos últimas décadas reclama esta apertura política, sobre todo para que el estado garantice sus derechos como ciudadanos, para que exista un sistema judicial que fiscalice los abusos del poder, para poder tener voz en los asuntos públicos, para que las denuncias de violaciones de derechos humanos fuercen al gobierno a investigar, para que deje de haber censura sobre las ideas contrarias a la línea oficial del partido...

De momento, Hu Jintao se ha limitado a hablar de democratización pero siempre sin llegar al modelo occidental del estado de derecho y democracia parlamentaria como la conocemos en Europa y Estados Unidos.

Xi Jinping se ha mostrado fiel a esta línea, al menos hasta hoy, la que desconfía del axioma “un hombre, un voto”.

Sin embargo, algunos analistas consideran que las reformas prosperarán, sencillamente porque por primera vez, es más rentable hacerlas que aplazarlas, y son la única forma de salvar la legitimidad del Partido Comunista en el liderazgo de la gran potencia emergente.
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