China crece un 7,4% en 2014, el ritmo más bajo de los últimos 24 años

A esta pérdida de competitividad se le suma la coincidencia de la crisis internacional de 2008, por lo que el mercado exterior ya no es la bicoca que representó para China en las tres décadas anteriores.

Consciente de ello, Pekín lleva tiempo intentando transformar su economía de fuerte inversión y mano de obra intensiva en un mercado interior en el que el consumo supla la caída de la demanda exterior.

Al tiempo, el gobierno chino ha venido moderando los objetivos de crecimiento, que sitúa desde hace un tiempo entre el 7 y el 8% del PIB. Siempre ha considerado que necesitaba crecer en ese margen para satisfacer la demanda de empleo en un país de 1.400 millones de almas.

Pero como consecuencia de la política del hijo único y del propio bienestar traído por el éxito económico, la presión demográfica en el ámbito laboral se ha reducido considerablemente.

De ahí que un crecimiento ligeramente por encima del 7% sea hoy más asumible por esta economía emergente.

De hecho, el Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento todavía algo inferior en 2015, un 6,8% y un 6,3% en 2016.

Muchos analistas consideran, en cualquier caso, que la economía china es más resistente de lo que se había creído en predicciones de los últimos años, que ya advertían de la ralentización.

Prevén un aterrizaje suave, por ejemplo, en sectores como el inmobiliario, en el que 2014 se ha cerrado con un incremento en inversión del 10,4%, lejos del 19% de 2013.

El propio primer ministro, Li Keqiang, reafirmaba al conocer los datos de crecimiento del PIB, que la economía china se ha instalado en una nueva normalidad en términos de expansión.

Coincidiendo con el anuncio del crecimiento del PIB de 2014, el Banco Central de China ha anunciado que este 2015 va a ampliar el uso del yuan como divisa convertible en el mercado financiero internacional.