Redacción
27/04/2011
Lobsang Sangay, de 42 años, es licenciado en derecho y hasta la actualidad ejercía como profesor en la Universidad de Harward. Nunca ha vivido en el Tíbet, su padre huyó del territorio en 1959, al igual que el Dalai Lama, y él nació en la India. A partir de ahora dirigirá el gobierno del
Tíbet en el exilio y sustituirá al Dalai Lama como la cara política del exilio.
El Dalai Lama anunció oficialmente el pasado marzo que dejaría sus labores de dirigente político y que pasaría a ser únicamente el líder espiritual de los tibetanos.
De esta forma el Dalai Lama, que ya tiene 76 años, prepara su sucesión. La separación del poder religioso del político era necesaria para defender la credibilidad de un gobierno y un parlamento en el exilio.
Además, aunque el Dalai Lama ha anunciado que se reencarnará fuera de China, si Pekín intenta seleccionar y nombrar como próximo Dalai Lama a una persona afín dentro del Tíbet, el exilio tendrá un representante político avalado por las urnas.
Con la retirada de la política activa, el Dalai Lama también intenta deja sin argumentos al gobierno de Pekín que sistemáticamente intenta demonizar su figura como enemigo del pueblo chino y le acusa de promover la rebelión y la violencia en el Tíbet.
La
Comisión Electoral tibetana ha anunciado, desde la sede del gobierno del Tíbet en el exilio en la ciudad de Dharamsala (norte de la India), los resultados de las elecciones celebradas durante el mes pasado en el que podían votar más de 83.000 tibetanos residentes fuera de China. La participación ha rozado el 59%.
Lobsang Sangay ha obtenido el 55% de los sufragios, frente al 37,4 por ciento de los votos que han ido a parar a Tenzin Namgyal, un funcionario tibetano, y el discreto 6,44 por ciento que ha conseguido el enviado del Dalai Lama en Bruselas, Tashi Wangdi.
En los comicios también se ha elegido a los 43 diputados del nuevo parlamento. Aunque la causa tibetana tiene muchos simpatizantes, el gobierno tibetano en el exilio no está reconocido oficialmente por ningún gobierno del mundo.
El Dalai Lama no exige la independencia del Tíbet, sino una amplia autonomía real que respete la cultura y las tradiciones del pueblo tibetano dentro de China.
El nuevo primer ministro ha asegurado durante su campaña que comparte esta posición sobre las relaciones con China. Sin embargo, dentro del exilio hay otras corrientes que defienden la independencia de China y la creación de un estado propio.
El gobierno chino se mantiene firme en su política de “una sola china” y además de mantener un férreo control político y militar sobre el territorio, presiona internacionalmente para evitar cualquier acercamiento público al Dalai Lama.