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Domingo, 5 de mayo de 2024
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Un comando norteamericano acaba con Bin Laden en el norte de Pakistán
Un comando especial norteamericano ha acabado con la vida de Osama Bin Laden en el lugar donde se ocultaba, Abbottabad, cien kilómetros al norte de Islamabad. Enemigo público número 1 de Estados Unidos por los atentados del 11 de septiembre de 2001, Bin Laden ha conseguido burlar durante casi diez años a los servicios secretos norteamericanos escondido entre Afganistán y Pakistán. Al Qaeda niega que la noticia sea cierta.
Bin Laden Redacción 02/05/2011 En la madrugada del lunes 2 de mayo, a pocos meses de que se cumpliera el décimo aniversario de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono el próximo mes de septiembre, Estados Unidos ha conseguido probablemente el que es su mayor éxito, al menos simbólico, en la lucha contra el terrorismo de signo islamista.

El presidente norteamericano, Barack Obama, ha anunciado al país la muerte de Bin Laden y ha asegurado de que no existen dudas sobre la identidad del cadáver. Los soldados norteamericanos se han hecho con el cuerpo y la Casa Blanca aportará pruebas de ADN para que no se pueda cuestionar el éxito de la operación. Posteriormente, el cuerpo ha sido arrojado al mar.

Un comando especial norteamericano ha rodeado la residencia de Bin Laden, una mansión bunkerizada en la localidad de Abbottabad, unos cien kilómetros al norte de la capital de Pakistán, Islamabad. En 40 minutos y tras un intenso tiroteo, los militares norteamericanos han podido recuperar el cuerpo de Bin Laden.

El éxito de la acción se debe a largos meses de preparación por parte de la CIA, que había localizado la vivienda de Bin Laden en agosto de 2010.

Finalmente, Washington consideraba esta última semana que ya disponía de suficientes certezas sobre la identidad del inquilino de una mansión protegida por gruesos muros de hormigón y sin conexión alguna con el exterior, ni teléfono ni Internet.

El ataque definitivo contra Bin Laden llega en un momento muy oportuno tanto para la política interna como externa de Obama. En clave interna, impulsa las opciones del presidente para renovar en el cargo en los comicios del año próximo y, a la vez, sirve para reducir la presión por las revelaciones de Wikileaks sobre las torturas en Guantánamo.

En clave internacional, ha llegado en un momento en que la sociedad afgana, incluso quienes recibieron con los brazos abiertos la intervención internacional, ya ha agotado su paciencia ante el aumento de muertos civiles y la falta de soluciones reales al conflicto.

Un reciente informe de Naciones Unidas ponía de manifiesto que, por segundo año consecutivo, en 2010 el número de muertos civiles en Afganistán alcanzaba una cifra récord.

Encontrar a Bin Laden era uno de los objetivos principales de la intervención en Afganistán y supone un gran logro a pocos meses del inicio de la retirada de los efectivos norteamericanos, previsto para julio.

Pero Bin Laden no estaba en Afganistán, sino en Pakistán y sobre su cabeza pesaba una recompensa de 25 millones de dólares. A pesar de ello, sus antiguos lazos con los servicios secretos pakistaníes y los talibanes le habían permitido hasta hoy escapar de los múltiples intentos de captura por parte de Estados Unidos.

Desde la vecina India, víctima de numerosos atentados por parte del integrismo islámico y que ha acusado reiteradamente a Islamabad de no hacer lo suficiente en la lucha contra el terrorismo, el ministro del Interior ha declarado que el hecho de que Bin Laden estuviera escondido en una residencia tan cerca de la capital es una prueba de que “Pakistán es un santuario para los terroristas”.

La buena relación de Bin Laden con miembros de los servicios secretos pakistaníes, el ISI, viene de cuando era un joven millonario saudí que llegó a Pakistán, en 1979, para luchar contra la invasión soviética de Afganistán. Allí se convirtió en uno de los líderes de una insurgencia mujahidín impulsada, entrenada y financiada por la CIA.

Pero los papeles cambiaron tras la Guerra del Golfo de 1991, cuando Bin Laden y Estados Unidos se convirtieron en enemigos mutuos. Poco después, Osama se instalaba en Afganistán y se aliaba al movimiento talibán.

Como ha declarado Obama en su comparecencia, la muerte de Bin Laden no significa el fin de Al Qaeda. La red terrorista podría seguir funcionando, bien con un sucesor, bien sin un líder visible. Ahora se verá si el personaje de Bin Laden era determinante para la red terrorista o si Al Qaeda ya ha crecido lo suficiente para ser independiente a través de su sistema de franquicias.

El corresponsal de Al Jazeera en Kabul afirma que se trata de una “victoria simbólica” para Estados Unidos pero que Osama ya no estaba al mando de las operaciones terroristas. El futuro de Al Qaeda podría estar más ligado a la evolución de las sociedades árabes, con una población inmersa en la reivindicación de libertades democráticas y que podría dejar sin argumentos al ideario islamista.

En todo caso, ante el temor a una respuesta en forma de atentados, Washington ha ordenado a todas sus bases militares, dentro y fuera del país, que se mantengan en estado de alerto. También ha advertido a los ciudadanos norteamericanos que se encuentren en países sensibles que limiten sus movimientos.

También faltará por ver cómo influye en el conflicto afgano y en la insurgencia talibana, aunque todo parece suponer que este conflicto tiene una dinámica propia que en poco se verá afectada.

En cuanto a Pakistán, la operación llevada a cabo por Estados Unidos pone al gobierno en una situación delicada, especialmente por encontrarse escondido en una ciudad con una de las mayores bases del ejército pakistaní. Obama ha declarado que no se había informado de la operación a Islamabad, pero no se han dado a conocer más detalles sobre una hipotética cooperación entre ambos países, más allá de comentar que se trataba de una operación de inteligencia muy delicada.

Recientemente, los líderes de los servicios secretos de ambos países se habían reunido de forma oficial bajo el argumento de evitar las muertes civiles en los ataques aéreos en la zona fronteriza con Afganistán.

Las relaciones entre Islamabad y Washington no siempre son fáciles, pero Pakistán, con una situación económica muy preocupante, necesita la ayuda norteamericana. Pocas horas antes del asalto, Estados Unidos anunciaba que el plan de ayuda de 7.500 millones de dólares previsto para los próximos cinco años quedaba en el aire debido a la corrupción y a la incompetencia de Islamabad para gestionar el dinero.

Este anuncio supone un duro golpe para la administración pakistaní, pero el exitoso final de la operación que ha llevado a la muerte de Bin Laden quizás hará reconsiderar la decisión norteamericana.
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