Estados Unidos admite oficialmente que negocia con los talibanes una solución política para Afganistán
Tan sólo 24 horas después de que el presidente afgano, Hamid Karzai, lo hiciera público, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, reconocía que Washington negocia con los talibanes el fin del conflicto en Afganistán.
Redacción
20/06/2011
El secreto a voces mejor guardado de la política exterior de la Administración Obama ha acabado saliendo así a la luz, cuando faltan solamente unos días para el mes de julio, fecha anunciada para el inicio de la retirada militar norteamericana.
Las declaraciones de Gates representan el primer reconocimiento explícito por parte de un alto cargo de la Administración norteamericana de unas conversaciones conocidas de todos en la zona desde hace meses.
Que se supiera no quiere decir que Estados Unidos estuviera en disposición de reconocer que estaba tratando con los aliados de Al Qaeda.
El reconocimiento de Gates llega, pues, en un momento muy preciso del conflicto. Además de coincidir con el próximo inicio oficial de la retirada, el primer secretario de Defensa de Obama, que ya ocupaba el cargo en la última Administración Bush, está a punto de abandonar la cartera, precisamente a final de mes.
Gates puede marcharse con la satisfacción de lo que en Estados Unidos se conoce como “el trabajo hecho”.
Hace tan sólo unas semanas el hombre más buscado por las sucesivas administraciones norteamericanas desde septiembre de 2001, Osama Bin Laden, caía en una operación de la CIA.
La muerte de Bin Laden en la ciudad pakistaní de Abbotabad, en su cómoda residencia cercana a un centro de formación de oficiales del ejército pakistaní, ponía en un serio compromiso a Islamabad.
El gobierno pakistaní debe resituarse en su papel de colaborador leal de la lucha antiterrorista contra el islamismo más duro en el área especialmente a partir de esta nueva fase en la que Kabul va a ir asumiendo progresivamente su propia seguridad.
Este proceso va a ser largo; no debería acabar, en principio, antes de 2014.
Pero hoy por hoy, y tras casi diez años de conflicto entre las tropas aliadas y los talibanes, nada parece indicar que el gobierno de Kabul pueda hacer frente a la amenaza militar de la insurgencia sin el apoyo de Estados Unidos y la OTAN.
De ahí que la solución política negociada se presente como inevitable.
Gates se va con el deber cumplido… otra cosa es que en la negociación política que se abre, los talibanes no recuperen gran parte de aquello contra lo que la intervención militar extranjera se supone que pretendía acabar.
Las organizaciones de mujeres afganas han advertido a menudo que no quieren ser moneda de cambio en un eventual pacto que permita la reinserción en la vida política de los talibanes.
Porque, además, ¿quién puede asegurar que en un régimen democrático, como el que Occidente ha intentado imponer en Afganistán, los talibanes no ganarían las elecciones?
Una vez más, ante la incapacidad de Occidente de imponer por la fuerza una realidad propia no compartida por la población local, es más, contra la que parte de la población local ha desarrollado un rechazo frontal, la reacción de las fuerzas más tradicionales puede devolver Afganistán a su peor escenario, el de la interpretación de la Ley Islámica más lesiva para los derechos humanos.