Redacción
10/03/2011
El líder espiritual de los tibetanos ha expuesto en un comunicado su intención de transferir sus responsabilidades políticas a la persona que sea elegido democráticamente para ello. El proceso de transición se iniciará el próximo lunes 14 de marzo cuando el Dalai Lama presente su renuncia formal ante el pleno del Parlamento tibetano en el
exilio, en Dharamsala (India).
En el
comunicado, el Dalai Lama recuerda que ya desde 1960, año en que se creó el Parlamento en el exilio, ha mostrado su predisposición a que los tibetanos elijan libremente a sus líderes políticos, y que ahora ha llegado el momento de dar el paso decisivo hacia la democracia.
La fecha escogida para hacer público este comunicado no es casual. Además de coincidir con las recientes reivindicaciones democráticas de varios países árabes, los tibetanos conmemoran este 10 de marzo el 52º aniversario del alzamiento pacífico frustrado y la consecuente represión por parte china, que entre otras consecuencias llevó al Dalai Lama al exilio.
Además, hace justo tres años del último episodio de enfrentamientos en el Tíbet, el más grave en 20 años, y en el que murieron unos 80 tibetanos. Esta represión se producía mientras China ultimaba la preparación de los Juegos Olímpicos en Pekín.
Ante la proximidad de este aniversario, a principios de esta semana las autoridades chinas imponían serias
restricciones a los ciudadanos extranjeros para acceder al Tíbet, no sólo por el temor a que se repitieran las protestas sino sobre todo para evitar que éstas pudieran difundirse a nivel internacional.
El Dalai Lama, Nobel de la Paz, espera que su renuncia sea beneficiosa para el pueblo tibetano a largo plazo, aunque la persona que sea elegida tendrá ante sí el gran reto de remplazar a una figura respetada y que une simbólicamente a los tibetanos del exilio con los que siguen en Tíbet.
Esta renuncia debería allanar el camino de las negociaciones con el gobierno chino acerca del futuro del Tíbet, actualmente en punto muerto. El Dalai Lama ha declarado reiteradamente que no reclama la independencia del Tíbet histórico (hoy dividido en varias provincias) y que propone una “vía intermedia”, es decir, el reconocimiento de una cierta autonomía dentro de China en la que se respeten los derechos humanos, la cultura y religión tibetana y el privilegiado pero frágil entorno natural.
Sin embargo, para el gobierno chino el Dalai Lama sigue siendo un “separatista” y “un
lobo disfrazado de monje” porque a pesar de representar la reencarnación de Buda promueve la violencia, según el responsable del Partido Comunista en el Tíbet, Zhang Qingli. Zhang le describió con estas palabras tras los disturbios de 2008, de los cuales responsabiliza al Dalai Lama, y las ha reiterado esta misma semana.
De hecho, el aniversario de las revueltas ha coincidido con la celebración de la
Asamblea Nacional Popular China, de la que deberán surgir las directrices políticas para los próximos cinco años.
En este marco, el futuro del Tíbet no ha quedado fuera de los temas a tratar, pero la posición china es que la influencia del Dalai Lama entre los tibetanos es casi nula, por lo que en caso de que falleciera, la región mantendría la estabilidad de la cual, según los líderes chinos, hace años que disfruta.